Los adictos tienen que percatarse de su impotencia frente a sus adicciones. Desafortunadamente, esta realidad a menudo es acompañada por un sentimiento de desesperanza – que Dios está demasiado disgustado para ayudarles o que se han agotado todos los medios de ayuda.
El principio clave del Paso 2 en la guía, “Programa Para la Recuperación de Adicciones: Guía Para la Recuperación y Curación de Adicciones,” es La Esperanza, “Crea que el poder de Dios puede restaurar su salud espiritual por completo.” Se les brinda a los que sufren de adicción una respuesta que no habían considerado o que habían descartado: volverse a Dios y hallar esperanza en la expiación de Jesucristo.
En el capítulo 32 del Libro de Alma, Alma nos enseña que al empezar a tener esperanza o ejercer fe, solo necesitemos poseer un deseo sincero y creer suficientemente para dar “cabida a una porción de mis palabras.” El utiliza “palabra” para significar la palabra de Dios o la belleza de Su evangelio de redención y expiación, y compara la palabra a una semilla. Todos somos hijos de Dios, independientemente de nuestras circunstancias. Su luz le ilumina a cada alma. Su espíritu nos invita a cada uno a venir a Él y disfrutar de las bendiciones de Su evangelio. Como una semilla, la palabra de Dios “se hincha y brota y empieza a crecer” hasta que llene al corazón con el amor de redención.
Al contestarles a aquellos que habían sido rechazados y echados de sus sinagogas, Alma les dio consuelo con estas palabras:
“Mas he aquí, si desapartáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras.” Alma 32:27
Así como una semilla necesita tiempo para hincharse, brotarse y empezar a crecer, debamos tener paciencia y permitir que a la palabra de Dios crezca en nuestros corazones y alimentar a su progreso con fe y la oración.
La historia de la mujer adúltera es un ejemplo que le puede dar esperanza al pecador. Véase San Juan 8:3-11. Una mañana muy temprano vino Jesús al templo y los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio. Le preguntaron a Jesús si hubiera sido apedreada hasta la muerte a causa de su pecado.
Ella dijo, “Ninguno, Señor.” Entonces Jesús le dijo, “Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”
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